Una reciente película puso una vez más el tema criptografía en el centro de la escena. Vale decir, el cifrado de textos para ocultarlos a quienes no tuvieran la clave para volverlos inteligibles.
La historia de la criptografía se remonta a ciertos jeroglíficos del antiguo Egipto, miles de años atrás. Su evolución ha ido de la mano de la evolución del criptoanálisis, o sea el arte de «romper» los códigos y los cifrados.
La criptografía clásica tiene una larga tradición en las escrituras religiosas que podrían ofender a la cultura dominante o a las autoridades políticas. Quizás el caso más famoso es el ‘Número de la bestia’, del libro del Apocalipsis en el Nuevo Testamento cristiano. El ‘666’ podría ser una forma cifrada) de esconder una alusión peligrosa, ya fuera al Imperio Romano como al propio emperador Nerón.
En India también se conocía la criptografía. El Kama Sutra la recomienda como técnica para que los amantes se comuniquen sin ser descubiertos. En América, el narrador y poeta Edgar Allan Poe fue quien, hacia 1940, desarrolló métodos sistemáticos para el criptoanálisis. De hecho, desafió a través de un periódico a que le enviaran textos cifrados, que él procedía exitosamente a resolver.
Pero fue Europa el centro de la criptografía clásica. El fusilamiento de Mata Hari, así como el caso Dreyfuss, tuvieron relación con el cifrado de mensajes. El 16 de enero de 1917, durante la Primera Guerra Mundial, el famoso “telegrama Zimmermann” fue enviado por el ministro de Asuntos Exteriores del Imperio Alemán a su embajador en México. Allí le pedía que propusiera al gobierno mexicano aliarse contra Estados Unidos. El telegrama fue interceptado por los servicios británicos de espionaje, y su contenido aceleró la enojada entrada de los Estados Unidos en la guerra.
Pero el auge de la criptografía clásica (superada hoy por la computación) llegó con la Segunda Guerra Mundial, donde todas las potencias en pugna invirtieron enormes recursos en cifrar y descifrar mensajes.
Hermanito menor de aquellos trascendentales trabajos, el juego Criptofrases invita a ponerse en la piel de aquellos espías y reconstruir una frase escrita con números. Ya se sabe que a igual número corresponde igual letra. El asunto es descubrir cuál va con cuál.